jueves, 2 de junio de 2016

Himno que le dedicara Proclo, que la adoptó como su guía y protectora


Escúchame, tú que irradias una luz pura de tu rostro;
dame un puerto feliz a mí, errante en la tierra,
da a mi alma de tus sacras palabras luz pura,
sabiduría y amor; infunde en mi amor una fuerza
tan grande y de tal clase que me saque
de nuevo de las cavidades terrestres rumbo al Olimpo hasta la morada de tu padre.
Y si una infausta vicisitud de mi vida me domina
-pues sé que soy atormentado ya de un lado ya de otro, por muchas
acciones impías, que cometí con ánimo insensato-,
sé propicia, dulce consejera, salvadora de mortales, y no dejes que
sea presa y botín para las horrendas Vengadoras
postrado en tierra, porque suplico ser tuyo.
Da a mis miembros una salud firme e indemne,
y aleja la multitud de odiosas enfermedades que consumen la carne,
sí, suplico, reina, y con tu mano divina
haz cesar toda desgracia de negros dolores.
Da a mi vida, en su travesía, vientos en calma,
hijos, matrimonio, gloria, felicidad, gozo amable,
persuasión, charla de amigos, espíritu sutil,
fuerza contra los enemigos, sitio de preferencia entre el pueblo.
Escucha, escucha, reina; llego a ti invocando con abundantes plegarias,
por imperiosa necesidad; y tú presta oído favorable.

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